Tagore, R.: Luna nueva. El jardinero. Ofrenda Lírica.




De esas tres obras, únicamente voy a comentar la Ofrenda Lírica, obra del premio Nobel de Literatura, cuando el autor estaba en plena madurez, en torno a 1912. La versión que he leído es la única en castellano autorizada por los herederos del autor y la que realizó Zenobia, la esposa de Juan Ramón Jiménez, a partir de la versión inglesa. E ciento tres fragmentos breves, Tagore escribe una de sus mejores obras. Su conocimiento de la Biblia le permite una visión más amplia de la espiritualidad, si bien Tagore no reconocía la divinidad de Cristo. Las alusiones de la amada a la llegada del Rey están escritas en clave de eternidad, por tanto no es poema de amor humano, sino de ansias del amor divino. Recojo algunos breves fragmentos: “Fue tu voluntad hacerme infinito. Este frágil vaso mío tú lo derramas una y otra vez, y lo vuelves a llenar de nueva vida (fragmento, nº 1). En el nº 6, dice: “Anda, no esperes más; coge esta florecilla, no se mustie y se deshoje”. En el 50 viene el conocido pasaje en el que dice: “La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y, de pronto tú me tendiste tu diestra diciéndome " ¿Puedes darme alguna cosa?” Cuando ya parece que viene el final de la vida humana, comenta en el pasaje 94: “Me preguntáis qué me llevo. Mis manos vacías y mi corazón lleno de esperanza”. Es una obra para leer despacio, y volver a releer de nuevo para descubrir brillos que en lecturas anteriores han pasado inadvertidos.

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