Olaizola, José Luís: El jardín de los tilos.





La vida de una mujer de la burguesía de Vizcaya en la segunda mitad del siglo XIX no daría para un libro, sino no fuera porque es beata y su fama de santidad se va extendiendo, porque siendo madre de familia y esposa ejemplar es la fundadora y superiora de una congregación de religiosa, porque Olaizola ha sabido encuadrar bien el personaje en el contexto y por más razones que el lector descubrirá si lee el libro. Rafaela Ybarra pertenece a una familia que pondrá en marcha Altos hornos de Vizcaya. Se casó joven porque era guapa y simpática y supo ganarse el afecto de José Vilallonga, un rico empresario que siempre estuvo enamorado de ella. En torno a 1875, la protagonista del relato se encontró fortuitamente con una chica joven que de no mediar su intervención hubiera caído en los lazos que tendían quienes gestionaban la prostitución en Bilbao. El ir acompañada de un fornido chofer fue argumento suficiente para salvar esa primera intervención. Pero eso sólo fue el comienzo de toda una cadena de labores que emprende, con el suficiente sentido común para no hacerlo de forma humillante para quienes recibían la ayuda, con una vida espiritual intensa, sostenida por un buen director espiritual, todo eso haciéndolo compatible son sus obligaciones como esposa y madre. Gracias a su iniciativa, involucra a otras personas en las tareas que lleva a cabo, si bien la pobreza la vivió como virtud personal y no la hizo ingrata a su familia. Con los recursos y ayuda que le prestaba su esposo, pudo atender directa o indirectamente a docenas de jóvenes sin recursos que por diversas razones podían caer en la explotación de menores, etc. Saber asesorarse fue una de sus cualidades no desdeñables, lo que hizo que sus intervenciones, aunque fueran difíciles estaban bien encaminadas. Además del apoyo sobrenatural, base de la labor que lleva a cabo, pensó en la continuidad de la labor que llevaba a cabo. De no poner medios para lograrlo, cuando ella faltara esa labor desaparecería. Olaizola sabe conjugar las referencias sobrenaturales con los aspectos divertidos y amenos de la vida. Es un libro, que resulta agradable de leer si al lector le interesan los demás o las razones que llevan a una persona con la vida materialmente resuelta a embarcarse en nuevos proyectos. No le faltaron contradicciones porque el amor y el dolor suelen caminar cercanos, pero su modo de afrontarlos llevó a que Juan Pablo II la proclamara beata, que su canonización pueda estar más o menos próxima y que la labor que comenzó sigue dando frutos abundantes de santidad y de servicio a los demás.

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