La doctora Meeker es pediatra y madre de familia; después de miles de horas dedicadas a la atención de niños y adolescentes ha llegado a unas conclusiones que comparten muchos otros colegas de profesión. Los chicos son diferentes a las chicas y necesitan patrones masculinos para una adecuada educación. Con la fuerza que le da la experiencia personal y el estudio, dice algunas afirmaciones que quienes se empeñan en la ideología de género tratarían de machistas. De las muchas sugerencias que ofrece, como la necesidad de hacer ejercicio físico o la importancia de que su padre le dedique abundante tiempo, señala otras que destacan el valor de las llamadas virtudes humanas, como son la valentía, la sencillez, la generosidad, la capacidad de esforzarse... Señala que los niños de forma natural tienden a abrirse al sentido trascendente y que somos los adultos quienes con frecuencia les negamos la posibilidad de recibir una mayor formación religiosa. Sin juzgar a los padres, no deja de señalar la incidencia tan fuerte que tiene en la vida de tantos jóvenes las rupturas de hogares por abandono de uno de los cónyuges o por el divorcio. No es verdad que no deje huellas en la personalidad un suceso tan traumático. Cita algunos autores o libros que merecen credibilidad como El hombre en busca de sentido de Frankl, o la Ética a Nicómaco de Aristóteles, los Pensamientos de Pascal… La doctora Meeker que ya escribió un libro de gran éxito titulado Padres fuertes, hijas felices, tiene la valentía de lo que muchos otros saben, bien por su experiencia médica, como educadores, etc. pero que por cobardía, por relativismo, comodidad o no tener el coraje de decir lo obvio se omite al hablar de la educación de los hijos, en este caso varones. Muy aconsejable para los padres con hijos desde la infancia hasta la vida adulta; cuanto antes conozcan el impacto educativo que pueden tener en sus hijos, antes podrán ayudarles a lograr una buena formación y educación del carácter en el sentido anglosajón, más amplio que el europeo, pues incluye la escala de valores, el sentido ético. Un antídoto contra la corriente relativista que trata de negar la realidad del carácter varonil –no machista- de los hijos.
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