Corby, William: Memorias de un capellán.




El relato está escrito por un sacerdote católico que sirvió como capellán durante la Guerra de Secesión americana (1861-1865). Nació en Detroit en 1833 y estudió en la universidad de Notre Dame. En 1860 fue ordenado sacerdote; con escasa experiencia pastoral pasó a atender un regimiento de la Unión, el ochenta y ocho de Nueva York, especialmente a la Brigada Irlandesa, en la que abundaban soldados católicos. De su relato se deducen los pasos que da a lo largo de la guerra, los mismos que la Brigada que atendía. Su labor fue estrictamente religiosa. La unidad entre los irlandeses era la propia de una minoría en Estados Unidos, fuertemente unida por lazos de origen y religiosos, con un respeto rayano en el clericalismo hacia los sacerdotes. Fue de los pocos que estuvo de servicio casi todo el tiempo. Narra con emoción los casos en los que fue llamado para atender a soldados que iba a ser fusilado en breve; para él era un motivo de sufrimiento superior al de las agotadoras marchas y contramarchas a las que las tropas estaban sometidas. Aunque tenía rango de oficial, su vida era similar a la de la tropa, salvo en disponer de un buen caballo. Celebró misa siempre que pudo y llevaba velas para usarlas a la noche para rezar y leer oraciones previstas para los sacerdotes al final del día. El número de heridos y moribundos que atendió fue de miles; administró el bautismo a jóvenes con poca formación y que requerían una catequesis básica. La práctica religiosa no era frecuente en el ejército, pero el convivir con católicos, y la proximidad de la muerte, eran un aliciente para rezar más. La narración es amena, pues el autor además de protagonista es un buen relator. Al final, deja de narrar su experiencia y comenta aspectos generales de la atención espiritual en esa guerra, el relato decae en el interés logrado con un relato lleno de anécdotas.

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