Mankell, Henning: Asesinos sin rostro.

El inspector de policía sueco, Wallander, pasa por un momento difícil en su vida: su mujer le ha abandonado y está tramitando el divorcio, la hija de ambos apenas mantiene comunicación con su padre; el inspector atiende a su padre con visitas ocasionales, que no resultan gratas, etc. En ese contexto, le llega la noticia del asesinato de unos ancianos de la zona rural de Ystad, región en la que vive. La mujer tras agonizar durante unas horas en el hospital se limitó a decir la palabra extranjero. Kurt Wallander mantiene una buena relación con su equipo, pero la prensa sigue de cerca las noticias y temen que se genere una reacción xenófoba si dan a conocer ese dato. Los vecinos contiguos a los asesinados no saben nada y temen que se repita la acción. Wallander recibe llamadas anónimas con mensajes lacónicos que le dan a entender que puede morir algún extranjero en breve. El equipo se pone en marcha y, con mayor lentitud de la deseada, logran datos que les permiten seguir pistas; la mayoría de las veces falsas. El autor, quien ha escrito varias novelas protagonizadas por el mismo inspector, pone en boca de éste una visión pesimista de la sociedad sueca: muchos de sus compañeros están divorciados, la criminalidad crece en número y brutalidad, hay disociación entre los intereses políticos           -condicionados por los medios de comunicación- y los policías que siguen las pistas. Wallander y muchos compañeros han elegido esta profesión en contra de la voluntad de sus padres; al llegar en torno a los cincuenta años, pasan por una crisis de identidad; se plantean si ha valido la pena tanto esfuerzo. Los resortes para salir de esta situación son escasos por lo que no es infrecuente que Wallander, tras agotadoras jornadas, se emborrache para olvidar su situación. Casi toda la novela se centra en la trama policíaca, bien llevada, con tensión sostenida que mantiene el interés del lector. No faltan rasgos de compañerismo entre los policías.