Chevalier, Tracy: Las huellas de la vida. Duomo ediciones, 2019

Novela basada en la historia real de dos inglesas mujeres británicas, que teniendo muchas diferencias, compartían la pasión por buscar fósiles marinos. Elizabeth era hija de un abogado de Londres que de joven se quedó huérfana y con la herencia de una modesta renta. En 1804 se fue a vivir a un pueblo costero y comenzó a encontrar fósiles en sus paseos por la playa; allí conoció a Mary, de un origen social modesto que también busca fósiles los vende a visitantes y turistas. Las dos mujeres tienen esa pasión común. Mary tiene un sexto sentido que le permite localizar restos fósiles con facilidad. Entre los que encuentran comienzan a aparecer algunos que por su forma, son imposibles de identificar en la fecha en la que se encuentran sus restos; ahí comienzan a intervenir algunos científicos. La autora ambienta muy bien la época y los lugares. Viven en una pequeña población en donde cualquier cosa extraña de qué hablar; así no se concibe que una mujer joven vaya sola con un varón buscando fósiles. La atmósfera local, en la población de Lyme apenas interfiere en la narración, salvo en detalles secundarios; será más las relaciones entre las personas de ambas familias y las que tienen con personas que acuden allí en busca de fósiles. El factor religioso es importante, pues todavía era creencia común que la antigüedad del mundo rondaba los seis mil años y que todos los seres vivos permanecían sin evolucionar. Pero su aspiración no se reduce al campo científico; a medida que pasa en tiempo ven que las posibilidades de contraer matrimonio disminuyen y a eso se suma algunos desengaños que sufren. Sus ilusiones y desalientos en el terreno personal y en las repercusiones económicas de su trabajo dan pie para una narración en la que no se despejan las incógnitas. El relato es ameno tanto para quienes comparten ese interés por el mundo de los fósiles como de quienes valoran la descripción minuciosa de los estados emocionales de los personajes femeninos del relato. Para una persona que no conozca muy bien la base histórica del relato es difícil saber qué es real qué ficticio, si bien, en lo esencial el texto, es respetuoso con la realidad.