Chukóvskaia, L.: Sofía Petrovna, una ciudadana ejemplar.



Relato escrito de forma manuscrita cuando sucedieron los hechos, las purgas de Stalin de finales de los años 30 del siglo XX. El manuscrito sobrevivió pasando de una mano a otra. La autora logró recuperar el original y consiguió un contrato de edición, al morir Stalin, que finalmente no se llevó a cabo. Participó en la resistencia al régimen comunista. Su marido fue asesinado en aquellos años y enterrado en una fosa común junto a miles de personas que sufrieron el mismo final. La autora, en lugar de relatar los hechos tal y como ocurrieron lo que hace es un relato algo deformado pero que en lo sustancial refleja bien cómo se llevaron a cabo las purgas masivas en la época de Stalin. La indefensión, el miedo colectivo y el no poder recurrir a ninguna instancia que revisara los procesos -algunos terminan con la auto-inculpación de los acusados tras ser torturados o sometidos a vejaciones. Sin negar la culpa que Stalin tuviera en ese régimen de terror, no cabe olvidar los casi cuatro millones de acusaciones de traición al régimen. Sofía es una mujer viuda que vive en una habitación de un bloque de pisos con su hijo. Se coloca como mecanógrafa y logra un gran prestigio. Su hijo mientras estudia ingeniería. En las oficinas en las que trabaja Sofía se producen detenciones inesperadas y la opinión pública se sorprende de cómo han podido ocultar esas personas su maldad durante tanto tiempo. Terminados los estudios de ingeniería su hijo Kolia trabaja en una empresa en los Urales. Llega a ocupar portadas de prensa por algunos avances técnicos de gran calidad. Un día, es acusado de ser espía, de sabotaje... La madre comienza a recorrer oficinas buscando alguien que le dé razón del proceso a su hijo. Ella, mientras, tras hacer un comentario defendiendo a una compañera de trabajo sufre un severo ostracismo, hasta el punto de verse en situación de pedir la baja antes de que la expulsen o procesen. Paralelamente, una amiga suya se suicida pues se ve incapaz de resistir la presión. Sofía se inventa que su hijo ha sido liberado cuando la realidad es que no tiene ninguna noticia de él. Un día recibe una carta de su hijo en la que le cuenta su situación; menciona como un funcionario le maltrató y pide a su madre que intervenga antes de que llegue a fallecer por inanición. Acudir a una oficina estatal arguyendo que su hijo ha sido maltratado por alguien del aparato policial no tiene futuro; Sofía acaba quemando la carta. Su valor esencial radica, como hemos mencionado, en haber sido escrito el relato a la vez que suceden los hechos por lo que el ambiente que se vive cuando hay una delación, una purga o el traslado a un campo de prisioneros de alguien está mostrado con gran precisión y se palpa la tensión que se vive en el entorno próximo a esa persona.

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