Ayllon, J. R.: El hombre que fue Chesterton.





Destaca el orden con el que autor relata la vida de quien no destacó por ese rasgo. Nacido en Londres en 1874, vivió una infancia normal, con una madre volcada en sus hijos y un padre que procuró pasar todo el tiempo posible en ellos. Una hermana de Chesterton falleció a los ocho años y, por decisión del padre, nunca más se habló de ella. El nacimiento de Cecil, facilitó a su hermano un compañero de debate. Pasó por la escuela y aprovechó todas las opciones no curriculares. Luego se matriculó en Oxford y no hizo ningún examen ese año. De ahí pasó a trabajar para una editorial; leyó miles de manuscritos. De la mano de Nietzsche se hundió en una crisis vital. Cuando salió de la crisis, el amor a la vida no volvió a perderlo. Conocer a Frances fue una gran fortuna; era de origen francés, católica, con mente creativa y, más práctica que su novio, gestionó la publicación de dos libros de poesía de quien sería su esposo. La posición de Gilbert, contraria a la de su país en la guerra de los boers, la hizo pública una y otra vez. Más adelante, conoció el distribucionismo propuesto por Belloc, como solución a los problemas sociales. Frances correspondió a su amor y aportó el orden que él no tenía. Conocer a un sacerdote católico, el padre O´ Connor, le facilitó conocer el catolicismo y publicó su libro Ortodoxia antes de bautizarse en la Iglesia Católica, lo que hará diez años después. La lectura de Dickens le llevó a sentir afinidad con él. Mientras, continúa escribiendo en la prensa, con debates de gran audiencia. Por su parte, Cecil había conocido a Ada, quien hizo una labor similar a la de Frances con Gilbert. No deja de sorprender el amor tan profundo que los Chesterton tuvieron en sus matrimonios. En el caso de Cecil durante breve tiempo, pues se alistó y falleció al final de la Primera Guerra Mundial. Gilbert y su esposa viajan a EE. UU., donde impartió muchas conferencias; también fueron a Tierra Santa, Polonia, etc. La amistad de este escritor polemista con sus contrincantes es llamativa. Se aprecia en su trato con Shaw y Huxley. Ayllon dedica un capítulo a señalar su evolución del agnosticismo a la fe; la cultura del biografiado queda patente en el capítulo La historia interpretada. Su conocimiento, además de la historia de Inglaterra, abarcó lugares y temas diversos como su ensayo sobre san Francisco de Asís o el que dedicó a santo Tomás de Aquino. Su funeral, en 1936, reunió a un numeroso y heterogéneo grupo de personas.

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