Martín de la Hoz, J.C.: Los grandes interrogantes del siglo XX.



El autor participa en este ambicioso proyecto y coordina las aportaciones suyas con las de otros especialistas. Siguiendo un criterio cronológico se comienza el siglo XX con algunos planteamientos que, de forma general se pueden integrar dentro de lo que fue llamado modernismo. No es lo mismo un planteamiento teológico que requiere alguna corrección, que una frase poco acertada y corregida, cuando su autor recibe un dictamen en el que se indica esa petición, que quienes en mayor o menor grado se alinearon bajo lo que es conocido como protestantismo liberal en el que la forma de plantear las grandes cuestiones de la tecnología reniegan de principios básicos de la teología católica. Años más tarde salió a luz un breve libro con el título: ¿Necesita Francia una misión? Desde tiempo atrás se apreciaban carencias en las periferias de las ciudades industriales o en zonas rurales donde una falta de atención espiritual durante décadas había llevado a una profunda falta de vida cristiana. En paralelo, varios autores de origen alemán, tenían disputas teológicas que no siempre estaban dentro de la fe católica. A comienzos de la década de los años sesenta, el Papa Juan XXIII sorprendente al mundo con la convocatoria de un Concilio. Los documentos preparatorios presentados por la Curia no fueron aceptados. Se habla de forma gráfica del concilio de los medios de comunicación y del concilio que aprueba con mayorías del 90-95% los documentos finales del Concilio. Esos mensajes de fuentes diversas, provocaron desconcierto a niveles variados y más cuando se aplicaron sin criterio cambios bajo un supuesto espíritu conciliar que no eran acordes con lo aprobado en el Vaticano II. El Papa Pablo VI se reservó el estudio y publicación de dos temas candentes: la posibilidad del sacerdocio femenino y la moral sexual en el matrimonio. La publicación de estos documentos, especialmente el llamado Humane Vitae. De la aplicación de los textos conciliares fue llevada a cabo por Juan Pablo II y Benedicto XVI. Es difícil hacer una valoración de conjunto sobre el desconcierto posterior a un concilio, la transmisión de su contenido real y la aplicación en la vida de la Iglesia, su contenido. Verlo solo desde Europa puede llevar a una valoración que no responde al efecto en todo el mundo. Cabe decir que Occidente ha seguido su proceso de secularización, si bien ni en todos los sitios ni de manera semejante. En otros continentes hay que hacer la valoración propia del lugar. Conviene mencionar el grave problema de los abusos sexuales ejercido por algunos eclesiásticos, que fueron mal abordado, bien para evitar un escándalo, anteponiendo un supuesto derecho a la imagen, por encima del bien de la víctima. En el siglo XXI se han tomado medidas mejor orientadas. En todo caso, a pesar de los errores humanos, es esencial destacar dos rasgos positivos; el primero más reciente: el papel de los laicos al ser proclamada la llamada universal a la santidad y el otro es que la iglesia está compuesta no solo por los fieles sino que es el cuerpo de Cristo y que el Espíritu Santo intervine en su marcha.

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