Stockett, K.: Criadas y señoras.



La novela relata la vida de varias familias en el sur de Estados Unidos en la década de los años 60 del siglo pasado. Se centra, no exclusivamente, en la relación entre las amas de casa, lo habitual es que sean blancas, y sus empleadas de color en una ciudad de Missisipi llamada Jackson. Dentro del abanico que aparece está la señorita Skeeter, blanca y universitaria, cuya madre está empeñada en encontrarle marido, como si fuera el cauce necesario de una vida acorde a lo que se espera de ella. Otra mujer es Aibileen, la criada negra, que ha criado a 17 niños blancos; es una mujer con experiencia y que se ha hecho querer por esos niños que ha criado; su mejor amiga, Minny, una gran cocinera, tiene el inconveniente de decir lo que piensa con gran claridad, lo que es un obstáculo para trabajar allí. Por otra parte, si eres despedida de una casa, dada la estrecha relación que tienen en sus círculos sociales las señoras de las casas, será difícil que alguien te contrate. Skeeter es periodista y busca ejercer esa profesión y sus parámetros de valoración no coinciden con los de su madre. Representa a una nueva generación que no acepta, porque sean tradición, algunas formas de conducta establecidas. Algunas mujeres de color han llegado a la conclusión de que para mantener el puesto de trabajo hay que callarse lo que piensan, y hacer como que no han visto lo que suceda en la casa. La obra mezcla drama crítica social y humor. Cada personaje representa alguna actitud: respeto, falta de personalidad, carácter fuerte, etc. Aparece la referencia de la entrada del primer estudiante de color a la universidad en un estado del sur. Tendrá que entrar custodiado por la Guardia Nacional; no basta tener el derecho a hacerlo, es preciso que sea realidad poder llevarlo a cabo. La discusión sobre el uso de los cuartos de baño en las casas es una muestra de los restos de racismo que hay en la sociedad. Quizá en aquel momento la situación era así y pueden quedar todavía conductas que no han asimilado la realidad de que la dignidad de las personas y sus derechos no guardan relación con el color de la piel. El tono amable del relato quita hierro a situaciones que ahora no serían admisibles. Ayuda a comprender aquella situación de una forma grata, pero sin olvidar cómo vivieron muchas mujeres esa forma de vida y la transición hacia otros estilos más acordes con la dignidad de las personas.

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