Ratzinger/Benedicto XVI: Jesús de Nazaret.



En este volumen viene el contenido que apareció publicado en tres previamente. El tercero que publicó, mucho más breve, es sin embargo el que trata de la infancia de Jesús. El autor, buen conocedor de la Sagrada Escritura, presenta los hechos conocidos de la infancia de Jesús y saca todas las consecuencias que el texto y las costumbres de la época ofrece. A veces, es posible más de una opción, que el autor muestra. Cuando ya los datos no permiten llegar más lejos, el autor deja el tema, pues serían suposiciones lo que se dijera a continuación. La siguiente parte aborda la vida de Jesús desde el Bautismo en el Jordán hasta la Transfiguración. Comenta Ratzinger como al comienzo del siglo XX se publicaron varios libros sobre la figura de Jesús de Nazaret muy bien ambientados, tanto geográfica como históricamente. Más tarde, otros autores comenzaron a repetir una distinción artificial que se ha hecho famosa: el Cristo de la Fe y el Jesús histórico; su argumentación se basa en decir que hubo un Jesús que vivió en Israel y otro que fueron creando sus discípulos, especialmente San Pablo, al que divinizan. Ratzinger sale al paso de esa interpretación artificial, a la vez que considera valioso pero insuficiente el llamado método histórico de investigación. En teología, a la investigación histórica hay que añadir la perspectiva de la fe. La teología no se puede desgajar de la fe. Las consideraciones que hace Benedicto XVI tratan de profundizar en la figura de Jesús, buscando su rostro. Pretende ayudar a lograr un trato más personal y hondo con Cristo. Por tanto, su lectura debe de ser detenida, reflexiva. Debe ayudar a hacer oración. Lo contrario sería quedarse en una mera erudición. Lo que sería la tercera parte abarca desde la entrada de Jesús en Jerusalén, el día que conocemos como domingo de Ramos, hasta la Ascensión a los cielos. El dominio de la teología que tiene el autor le permite acertar con el método más idóneo para tratar cada situación. Evita caer en una visión historicista-lingüística, que sin ser completamente erróneas no dejan de ser auxiliares. Limitarse a una visión historicista es reducir el Evangelio a una faceta, que además en la época en la que son redactados los evangelios no era compartida de igual modo que en ahora, lo que no significa negar la certeza de lo narrado. Benedicto XVI conjuga los textos de los evangelistas, interpreta las aparentes discrepancias en la narración de un mismo suceso y aporta un orden cronológico a los acontecimientos que rememoramos en la Semana Santa. A pesar de la profundidad y rigor del estudio, sin la fe sería incompleto el conocimiento de lo narrado. Nada es absurdo, que algunas cosas, como la Resurrección supera nuestra capacidad de comprensión. El libro llega hasta el final de la vida de Jesús en la tierra, hasta que asciende a los cielos.

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