Fernández A., M: Juana la loca.

   El autor, prestigioso historiador, recibió el encargo de escribir una biografía sobre esta figura de la historia de España. Su sentido histórico le llevó a buscar fuentes fiables; agradece la amabilidad que encontró para revisar legajos y fotocopiar lo que tenía interés. Gracias a algunas facilidades que encontró, pudo dar con una documentación que no estaba ordenada cronológicamente y que por tanto hubiera sido difícil de localizar. Entre lo encontrado en Simancas y en Tordesillas, más otras fuentes, escribe un libro sobre Juana en la que se apoya en bases documentales contrastadas. En la introducción explica algunos rasgos culturales propios de la época. Puede resultar confusa la diferencia entre un loco y un endemoniado. Muchas personas sin formación específica podían tener confusión en esa distinción, generalmente atribuyendo al segundo aspecto lo que era sin más un efecto propio de problemas mentales. Pero no siempre es así, de hecho, al atenderla san Francisco de Borja no tuvo problemas para discernir lo que otros veían confuso.  El resultado es indicativo por el título del libro. Juana, hija de los Reyes Católicos, es enviada a Flandes con dieciséis años para contraer matrimonio con quien pasaría a la historia con los nombres de Felipe el hermoso o Felipe I. La adaptación a un lugar con costumbres e idioma desconocidos no sería sencillo para una joven de su edad. Pero más le costó asumir las infidelidades conyugales de Felipe. Sus celos y los duros enfrentamientos conyugales incrementaron la tendencia genética que tenía por herencia hacia el desequilibrio mental, lo que era compatible con épocas de lucidez. En  esos primeros años, con una atención adecuada y en un contexto estable y sereno quizá hubiera podido asumir otras facetas de la vida que le tocaba llevar. A la muerte de su madre Isabel, en el testamento de la Reina, deja claro el derecho a la sucesión en Castilla de Juana, siendo Felipe consorte. No obstante, por los datos que la madre ya tiene, menciona la figura de Fernando como gobernador del reino. A partir de este momento, aunque el autor relata con detalle sin extenderse más de lo necesario, en la evolución de los acontecimientos y la salud de Juana, el trato que recibe, etc., no resulta fácil dilucidar, porque los documentos no lo pueden reflejar con claridad, lo que corresponde a la evolución natural de la enfermedad mental y a otros factores como las condiciones de su reclusión, al comportamiento de Fernando y de Carlos, futuro Carlos I de España, hijo de Juana. Sin duda aparecen razones de estado, que no resulta fácil separar de la ambición a reinar tanto de Fernando como luego de Carlos.  Juana falleció en 1555, pudiendo ser atendida en los años finales de su vida por el jesuita Francisco de Borja, piadoso, sería canonizado con el paso del tiempo y con la suficiente talla personal como para tomar las decisiones adecuadas y atender bien a Juana. Es posible que si Juana, poco dócil en general a las indicaciones que se le dan, hubiera estado mejor atendida, su salud hubiera podido ser mejor. No obstante su empeño en llevar el féretro de su esposo por tierras de Castilla con la intención de llegar a Granada para darle sepultura no deja de indicar un desequilibrio mental, con momentos de lucidez mental.


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