Llano, Alejandro: Maravilla de maravillas: conocemos.




Llano no deja de sorprender. Además de ser un excelente filósofo, procura llevar de la mano al lector en su proceso mental. Como buen filósofo, busca la verdad y acompaña a lector a niveles de pensamiento que yo solo no lograría. En algunos pasajes me pierdo, quizá por incapacidad por mi parte o falta de base filosófica, pero cuando se descubre una idea nueva que alumbra el pensamiento y con él la realidad, se crece interiormente. Por otra parte, es coherente. Algunas ideas lleva años repitiéndolas, lo que no significa tedio, sino quizá que están lejos de cuajar. Llano no busca agradar, en todo caso acompañar respetuosamente por los caminos filosóficos. Su referencia, ya hecha en otras ocasiones, al dialogo entre Habermas y Ratzinger, dos gigantes del pensamiento en las últimas décadas, llama la atención por el respeto mutuo entre ambos aunque haya aspectos no coincidentes. El deseo de buscar juntos algo previo a las normas que nos damos los propios humanos resulta esencial para descubrir si el relativismo no es total; de lo contrario pereceríamos a manos de los más fuertes. Conocer los propios límites, descubrir en el otro un don, por indigente que sea, permite ver la vida desde otra perspectiva, más humana y esperanzadora. El individualismo y el totalitarismo, antes o después llevan a la muerte, propia y ajena. Lo mejor para descubrir nuevos horizontes es leerle, buscando el libro idóneo para entender lo que Llano comenta una y otra vez con gran paciencia.

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