Vv.Aa: Catecismo de la Iglesia Católica.



Tener disponible un ejemplar del catecismo de la Iglesia Católica, aprobado por la Santa Sede, es algo básico en la vida de un católico que quiera conocer más a fondo el contenido de la fe, de la moral, de los sacramentos, y de la vida de oración. Es cierto que resulta esencial para un católico su trato personal con Dios; en muchas ocasiones con Dios encarnado, Cristo. Ese trato se fragua en la oración, en la frecuencia de sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Penitencia. Pero para tener una buena formación, que facilite tener claros los motivos por los que creemos y su contenido; el estilo de vida que se nos pide y las concreciones prácticas que se nos dicen de forma explícita, en qué consisten los sacramentos y otras fuentes de la Gracia… Los cristianos debemos ser capaces de dar razón de nuestra fe, y cuando tengamos alguna duda, acudir al catecismo para ver lo que la Iglesia nos dice. Otras veces no será preciso un motivo concreto, sino el afán de profundizar en nuestra vida cristiana. El catecismo en su versión original, no en las adaptaciones o compendios, es un medio excelente además de extraordinario. Un catecismo como el actual no había desde el elaborado tras el Concilio de Trento. Los siglos que median entre uno y otro son suficientes como para esa iniciativa que pedía el Vaticano II, que emprendió san Juan Pablo II y que encontró en el cardenal Ratzinger un instrumento idóneo para esa tarea, contando con la ayuda y sugerencias de numerosos obispos y teólogos.

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