Shrier, Abigail: Un daño irreversible.



La autora, periodista de The Wall Street Journal, cumple todos los requisitos del progresismo: feminista, defensora de los derechos de las minorías y del movimiento LGTB, etc., pero no admite que la ideología esté por encima de la realidad. De hecho, Shrier pide a sus hijos que no tengan miedo de la verdad. Esta periodista, sorprendida por el elevado número de chicas adolescentes que en muy poco tiempo han pasado a declarar que sufren disforia de género y decidían transicionar para ser chicos, decide investigar. Shrier defiende la transición de adultos con disforia de género, pero la situación de adolescentes –sobre todo chicas– que se decían en esa situación le sorprendió. Su hipótesis inicial era que muchas de estas chicas quizá no tenían disforia de género, sino algún trastorno provocado por la adolescencia, más agudo en las chicas. La supuesta disforia, pensó la periodista, podía responder en a una moda alentada en algunos medios de comunicación y apoyada por el activismo LGTB. Para demostrar su hipótesis, la autora ha hecho cientos de entrevistas a chicas transgénero, familiares, influencers, y médicos expertos en género. El libro es ágil y aporta datos y referencias bibliográficas. Muestra una situación que comenzó en EE.UU. y se ha contagiado en occidente, con rasgos propios de una epidemia. En varios momentos, Shrier compara la disforia con lo que supuso la anorexia haces años: un trastorno de la autopercepción en las adolescentes que se contagiaba con rapidez entre amigas. La diferencia es que en la anorexia ningún terapeuta reforzaba la percepción de las adolescentes y mucho sugerir que se sometieran a intervenciones para de dejar de verse gordas. La terapia de género aconseja lo contrario: reafirmar la incipiente disforia de género y darle a la joven testosterona, así como facilitar las intervenciones necesarias para hacer la transición al sexo opuesto. Quien se oponga a esa práctica puede ser acusado de tránsfobos y en algunos lugares verse sometidos a juicios con leyes que penalizan su oposición a estas medidas. La periodista afirma que es pronto para evaluar los daños de esta práctica, pero muchas chicas han tomado decisiones irreversibles con 15 o 16 años: el daño irreversible al que alude el título. Según la autora, muchos padres entrevistados confirmaron su intuición que de que tras la disforia había trastornos de otro tipo. La precipitación legal y la supuesta aceptación de la opinión pública rebelan el miedo a verse en problemas si actúan de forma contraria a los que el colectivo LGTB está consiguiendo que se transforme en leyes. Un tema que debiera ser estudiado por los especialistas y contrastar la experiencia de otros países, se impone por razones de ideología, al margen de lo que piensen especialistas médicos. Cuestionar ese planteamiento que señala la autora puede llevar a complicarse la vida, algo que no todos están dispuestos a hacer.

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