Olaizola, J.L: La guerra del general Escobar.



Es una de las novelas, así la llama el autor, más ordenadas y claras de este escritor. Cuando se publicó, podía prestarse a confusión para quienes desconocieran la historia. No fue frecuente que un católico de práctica sacramental se alineara con el ejército gubernamental al comenzar la Guerra Civil Española. Al estallar la sublevación militar, el coronel Escobar estaba destinado en Barcelona y se posicionó al lado de quienes ostentaban la legalidad institucional. Hijo de militares y con familia que también pertenecía a la Guardia Civil, Antonio optó por seguir su conciencia y el juramento prestado al Gobierno vigente. El autor deja clara que las convicciones religiosas de Antonio no eran ni ostentosas ni ocultas. Procuró actuar con rectitud y, por su formación de Guardia Civil, llevaba mal el desorden con el que se actuó en la zona republicana. Incluye algún comentario sobre sus entrevistas con Azaña, Rojo, Miaja. En el año 1936 sufre una grave herida en el frente de Madrid, de la que se recupera. Vuelve a Cataluña para hacerse cargo del orden público, pues su carencia daba pie a abusos. Tras ejercer ese cargo fue incorporado al ejército con el grado de general y recibió el mando del ejército de Extremadura. Su empeño era que terminara esa guerra fratricida. En 1939, cuando ya varios cargos relevantes estaban en el extranjero, el general Yagüe, al que tenía que rendirse, le ofreció la posibilidad de salir de España por un cauce que lo facilitaba. Escobar no accedió y fue detenido. Tras esperar el resultado de las gestiones que algunos hicieron para suavizar la condena, es trasladado a Montjuich, en Barcelona, donde le fue comunicada su condena a muerte. Pidió, y se le concedió, morir con el uniforme de la Guardia Civil. Recibió los últimos sacramentos y fue fusilado a comienzos de 1940. 

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