Pérez López, P.: Charles De Gaulle, el estadista rebelde.



El autor, catedrático de historia contemporánea, logra en esta biografía transmitir una imagen completa de un personaje nada fácil de clasificar. De Gaulle nació en 1890 y falleció en 1970. Desde joven decidió hacer la carrera militar y hacia ahí volcó su alta capacidad intelectual; llegó con el paso de los años a ser un estadista, si bien algunos rasgos los vivió y defendió desde muy joven. En la Academia militar se dio cuenta que la siguiente guerra tendría poco que ver con la anterior, La Primera Guerra Mundial. Le toco combatir entonces y fue hecho prisionero. Se fugó varias veces de los lugares donde estuvo confinado, si bien no logró que prosperase ninguna escapada. Su trato con Pétain, entonces el héroe por excelencia francés, fue creciente aunque a medio plazo disintieron; a largo plazo estuvieron en bandos diferentes. Su concepción de la guerra moderna le llevó a urgir al ministro de guerra francés para dotar de carros de combate al ejército, pero no consiguió los que hubiera necesitado para frenar en mayo de 1940 la invasión del ejército alemán de Francia y la ocupación de París. De Gaulle, general de brigada provisional, se fugó a Londres y desde allí proclamó que la Francia auténtica no se había rendido a los alemanes. Al comienzo estaba casi solo; con el tiempo reunió algunas fuerzas y la esperanza de que tropas de las colonias francesas se unieran a la defensa del Estado democrático que De Gaulle defendió a capa y espada. Su relación con Churchill pasó por altibajos, especialmente cuando Roosevelt, que no le veía con simpatía, presionaba a los ingleses. El general francés logró que la resistencia francesa le reconociera con autoridad máxima tras la caída del régimen de Vichy; su meta esencial era liberar el territorio francés; quiso participar en el desembarco de Normandía y, sobre todo, que los aliados no pasaran de largo sin ocupar París. Hacerlo suponía invertir tiempo, tropas y alimentos que les frenaban en su marcha hacia Alemania. De Gaulle se empeñó en entrar en Paris al frente de soldados franceses. En su discurso a todos les quedó claro quien representaba entonces a Francia; de paso evitó que los comunistas capitalizaran la liberación de París. De Gaulle, terco cuando tenía algo claro, estuvo entre las potencias que se repartieron Berlín, lo que es un gran símbolo del respeto que se ganó. La reconstrucción francesa la comenzó dirigiendo, luego lo dejó una temporada, pero volvió en los momentos difíciles hasta sortear el mayo francés, que podía haberse complicado mucho. Su familia no recibió toda la atención que le hubiera gustado darles, pero un dato refleja su pasión familiar: una hija tenía síndrome Down; su padre la cuidó y mimó como un tesoro. Cuando escribió sus memorias el dinero que recibió, -ellos vivían con una sobriedad espartana-, lo dedicó integro a una fundación destinada a cuidar a estas personas. No es fácil entender todos los perfiles, personales, políticos, pero sin duda fue un hombre con una energía indomable, con visión de estado.

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