Olaizola, José Luis: La niña del arrozal.

El autor, comprometido en la causa para liberar a niñas tailandesas de la prostitución, escribe una novela en la que se narra lo que pudiera ser la historia de una de las protagonistas de la vida real en aquel y otros países. Wichi vivió una infancia feliz con sus padres, pero fue durante breve tiempo; la ruptura del hogar y el abandono de sus padres le llevaron a depender de su abuela. Ésta, a la vista de la belleza que la niña comenzaba a manifestar, llega a un acuerdo para venderla a unos intermediarios que trabajan en el mundo de la prostitución. Afortunadamente, gracias a la ayuda de una criada fiel, ambas huyen del hogar antes de que la señora Phoakomon pueda cerrar el trato. Dando tumbos y huyendo de la policía –es muy posible que la criada haya sido acusada de robar a la niña- llegan lo más lejos posible. En una plantación de arroz comienzan a trabajar; al comienzo es más el trabajo de mujer que le acompaña el que hace rentable su contratación, pero los conocimientos de la niña no pasan inadvertidos al dueño del arrozal y acaban siendo bien acogidas. Wichi comparte con el dueño y sus hijos, clases de informática que les da un joven que se ha enamorado de Wichi. Pero el relato sufre un giro importante con la llegada de la policía, la acusación de secuestro a la fiel criada y la devolución de Wichi al hogar de su abuela en donde se repite el plan previsto. Wichi se defenderá con uñas y dientes. Afortunadamente gracias a sus conocimientos de informática retoma el contacto con el dueño del arrozal y poco después con un veterano sacerdote jesuita que se dedica, entre otras labores, a esa tarea humanitaria. De la colaboración entre el autor y este sacerdote surge el novelar lo que se acerca mucho a la realidad y que no siempre tiene un final igual. Puede ayudar al lector a ganar en sensibilidad ante abusos de los derechos elementales de la persona que se dan, lejos o cerca, pero que es importante poner los medios para evitar.