Aleksiévich, S.: El fin del “Homo sovieticus”.

Con una grabadora y una pluma, Svetlana Aleksiévich busca bucear en la memoria de quienes vieron desmoronarse a la URSS y los avatares que sufrió hasta bien entrado el siglo XXI. El libro está compuesto por las historias personales de quienes le relatan cómo vieron y vivieron esa situación. Por una parte había esperanza en un régimen de libertad y de mejora económica y social del país. En muchos casos los años de régimen comunista en sus diversas modalidades habían desarrollado un estilo de personas que la autora de denomina: el Homo sovieticus», llamado a desaparecer por la implosión de la URSS. En este réquiem, la autora refleja en una creación literaria polifónica, la voz de muchas personas: a los humillados y a los ofendidos, a madres deportadas con sus hijos, a estalinistas irredentos a pesar del Gulag, a entusiastas de la perestroika anonadados ante el triunfo del capitalismo, a ciudadanos que plantan cara a la instauración de nuevas dictaduras… El fin del «Homo sovieticus» es un texto que aporta luces para tratar de comprender las diversas reacciones antes el hundimiento de un sistema que parecía imposible de romperse. El proceso que se desarrolla a continuación, lo relata la autora mediante los testimonios de quienes habían vivido bajo el régimen de Stalin, a quienes algunos o muchos seguían teniendo veneración, junto a miles que rompieron su carné del partido comunista, por convicción o por miedo a las consecuencias que se podían derivar según evolucionara el país. Mientras, algunos se aventuraban en negocios que podían hundirse o dar lugar a fortunas impensables en décadas anteriores. La desaparecida Unión Soviética fue lo suficientemente grande en dimensión geográfica y diversa población como para encontrar una gran variedad de reacciones. Algunos venden en el mercado a turistas por unos dólares las medallas que habían ganado durante la Segunda Guerra Mundial y en años posteriores. Otros recordaban como el haber sido prisioneros de los alemanes o vivir el territorio ocupado por ellos, era motivo para considerarles potenciales enemigos y, en consecuencia, eran deportados por esa único motivo. Tras los años de delaciones y desconfianza que terminan con la muerte de Stalin, vienen años de orgullo patriótico cuando la Unión Soviética alcanza metas notables en la carrera espacial. Otras personas se habían empapado tanto del estilo de vida en su infancia y juventud que no habían olvidado sus ideales para crear un paraíso comunista. Si bien abundaban quienes vieron el final de la era soviética, pocos esperaban que se produjera una carrera al enriquecimiento al cualquier precio y que la Unión se disgregara en función de los nacionalismos que habían sobrevivido. El intento de golpe de estado es un momento de gran tensión, que el país supera confiando en que Yeltsin les establezca un régimen democrático. El libro, como hemos mencionado es polifónico, y en consecuencia las voces son dispares; el país observa años de varias guerras, nacionalistas, de intentos de expansión. Es frecuente que muchos se sientan humillados por la falta de prestigio internacional y añoren de una forma u otras épocas anteriores, al menos en lo que tuvieron de esplendor internacional. El libro no puede tomarse como un estudio histórico, quizá ni siquiera un ensayo. Es un buen trabajo periodístico en el que la autora entrevista a personas variadas. Muchas tienen en común añorar la grandeza de su país, si se sintieron identificados con la Unión Soviética. Pero era un territorio tan inmenso y variado que las reacciones fueron diversas. En todo caso si es un caso de implosión, en parte por tener un horizonte poco esperanzador. Pero no había un plan para pasar de un estado totalitario a otra forma de organizar la sociedad. Tras la caída de la Unión Soviética, algunos disfrutaron de una situación de libertad. Pronto diversos grupos organizados se fueron haciendo con resortes económicos. Tras pasar por situaciones descritas, al comienzo del siglo XXI se aprecia ya en un lugar destacado la figura de Putin. Siguiendo un plan o aprovechando las ocasiones que se le han presentado, gobierna el país de forma autoritaria. La autora, en el 2015 recibió el Premio Nobel de literatura, había publicado Últimos testigos (1985), Los muchachos de zinc (1989), Voces de Chernóbil (1997) y en el 2013 este libro que comentamos.

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