Alberico, G.: La casa de 1908.



Obra breve, escrita con buen estilo y siguiendo un orden cronológico. Leandro fue un emigrante italiano que se instaló en Argentina. Allí logró una razonable calidad de vida. Se casó con Teresa, argentina de nacimiento. Un día, Leandro comenzó a quedar con un amigo arquitecto, hacían bocetos, diseñaban planos, lo que intrigó a Teresa. No tardó mucho en responder a sus preguntas, Leandro. Su añoranza de la tierra natal era creciente y su ilusión era construir allí una buena casa y vivir el resto de sus días. Teresa no se hubiera ido; pero sabía que ese rasgo iría a más en su esposo, por lo que decidió aceptar el plan previsto. En realidad es la casa quien cuenta su historia, pero en buena ley no puede hacerlo antes de existir, en 1908. Un casa de piedra con vistas al Adriático y sufriendo en ocasiones el viento cálido cargado de tierra que procede de África. En la casa se instaló un piano que Teresa tocaba en ocasiones. La canción que más honda resultaba para Leandro era La loca de amor; sabía que si la tocaba Teresa cuáles eran sus sentimientos en aquel momento. Pasaron los años y fueron cinco hijos, cuatro chicos y una chica los que tuvieron. La conocida como gripe española, azotó durante la Primera Guerra Mundial a muchos países causando abundantes muertes, entre ellas alguna de la casa que mencionamos. La vida sigue y la casa sigue desgranando los recuerdos que a ella se asocian. Tras Leandro y Teresa, aparece en la casa Aurelia y después Marcella y luego una larga lista de descendientes. La casa será testigo de amores y bodas, del nacimiento de hijos, de discusiones y regresos. Como telón de fondo la historia italiana del siglo XX. Si comienza con la visita habitual de Marcella. La casa conoce los pasos que dará en cada visita, para dar una vuelta a la casa y que el polvo acumulado desaparece. En las páginas finales asistimos a lo que pudiera ser el final de esa casa, al menos tal y como fue diseñada. Pero quizá haya un quiebro final que facilite que la casa perviva con su forma actual unos años más. Es un libro para leer despacio; la brevedad lo facilita, ayuda a seguir mejor la historia y no perderse en la serie de personas que la habitan o visitan. Si lo hace así, el lector disfrutará más.

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