Jenofonte: Anábasis.



A la muerte del rey de Persia, Darío II, el año 404 a. C. nombró heredero a su hijo Artajerjes II. Su hermano Ciro, con la ayuda de la esposa de Darío, había intentado ocupar puestos relevantes durante el reinado de su padre. La extensión del imperio Persa era gigantesca y Ciro quiso pasar de gobernar un territorio a ser el jefe del imperio. Entre los medios que puso, contrató a diez mil mercenarios griegos, número no muy alto pero si de calidad por su experiencia militar y la calidad de su armamento. Junto a ellos iría un número muy superior de bárbaros- extranjeros- que junto a tropas fieles a Ciro buscarían derrotar a Artajerjes II. Tras la guerra del Peloponeso había muchos soldados inactivos y dispuestos a luchar como mercenarios. Ciro los contrató con la supuesta finalidad de someter a la región rebelde de Pisadita. A pesar de las pagas generosas de Ciro, los soldados comenzaron a recelar, con motivo, hasta que descubrieron que el objetivo era la lucha por derrocar al rey persa. La batalla entre las tropas de los dos hermanos, Artajerjes y Ciro, tuvo lugar muy cerca de Babilonia. La descripción del viaje y de la batalla es la de quien ha visto lo que narra. La muerte de Ciro en la batalla terminó por decantar la victoria de Artajerjes. Apenas hubo muertos de los soldados griegos, pero se encontraron aislados en pleno territorio persa y sin recibir la recompensa prometida por Ciro. Los griegos hicieron una tregua con Artajerjes, que no quería a perder más hombres. Acompañados por tropas de un sátrapa persa, los griegos volvieron hasta la orilla del rio Tigris. Allí los persas se fueron tras dejar a los griegos sin jefes. Los soldados para organizar el regreso a sus tierras eligieron como generales a tres, entre ellos Jenofonte. El espartano Chirisophus sería el comandante general. Tras muchos avatares llegaron a la orilla del Mar Negro, pero a falta de barco, los que quedaban de los Diez Mil, unos seis mil, optaron por otros medios de regresar. A pesar del fracaso de la expedición como tal, supuso un cambio de imagen: se habían internado en el imperio persa y habían regresado, lo que rompía la imagen de invictos que tenían los persas. La credibilidad del relato de Jenofonte durante siglos no fue puesta en duda; en fechas recientes algunos historiadores han dudado de la veracidad de algunos datos aportados.

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