Miras, Jorge: Fidelidad a Dios.



Para algunos la fidelidad es una meta inalcanzable, algo imposible por la debilidad humana. La realidad es que una persona normal, mayor de edad, puede entregar en un acto de voluntad toda su vida a Dios o a una criatura; Dios siempre es fiel a sus promesas. En el caso de la fidelidad a Dios, las posibles dificultades están en nosotros, porque Dios no se desdice de su Palabra. Para responder a la llamada de Dios es preciso estar dispuestos a ver, más todavía, si uno la percibe como algo desagradable que le corresponde hacer, o la ve como la plenitud vital. Se puede pedir consejo, pero la decisión final es de cada uno. El joven rico, sí percibió lo que Dios le pedía, pero se echó atrás porque le faltó generosidad. El hijo pródigo tuvo la humildad de volver, dispuesto a pedir perdón y recomenzar como su padre dispusiera. Amar es elegir, supone descartar otras posibles opciones que dejan de serlo cuando uno se ha comprometido. Un novio enamorado no ve problemas en renunciar al resto de las mujeres para comprometerse con aquella que ama. La esperanza es una virtud esencial en esa perseverancia en el tiempo, que eso es la fidelidad. Si se pierde la esperanza de llegar a la meta, las fuerzas se vienen abajo. Hay un momento en el que la Virgen está sola, la Virgen de la Soledad; es ese tiempo que discurre entre la muerte de Cristo y su Resurrección. Está sola pero tiene viva la Esperanza. Cambian las circunstancias, pero si se mantiene la disposición a ser fiel, Dios se encargará de ayudarnos a ver cómo ser fiel en esa nueva situación. Nuestra confianza no reside, básicamente, en nuestra capacidad sino en que Dios es fiel a su Palabra y no nos dejará solos.

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