Hollander-Lafon, M.: Cuatro mendrugos de pan.

El subtítulo ayuda a comprender lo que sucede: de las tinieblas a la alegría. La autora nació en una pequeña población fronteriza entre Eslovaquia y Hungría en el seno de una familia judía no practicante. Su padre fue enviado a un campo de trabajo del que volvió exhausto. Ella junto a su madre y hermana fueron enviadas en 1944 al campo de Auschwitz-Birkenau, siendo esta una adolescente de dieciséis años y su hermana tres años menor. Al llegar las separaron y nunca volvió a verla. Lo que encontró fue deprimente, por el trato, por el trabajo agotador y absurdo, por las humillaciones constantes. Le sirvió el que una reclusa como ella, pero mayor, un día le diera cuatro mendrugos de pan diciéndole que tenía que sobrevivir para poder contar lo que allí había ocurrido. Su relato surgió años después, cuando fue capaz de abrirse interiormente a aquella etapa que quería dar por cerrada tras la liberación y un periodo de recuperación. Durante años, tras estudiar y vivir en Bélgica diez años, se fue a vivir a Francia, donde dio clases y contrajo matrimonio; tuvieron cuatro hijos. Un día, muchos años más tarde, escuchó una frase que suponía la negación de los sucesos conocidos como el Holocausto. Eso le dio fuerza para recordar, volver a Hungría y ver la tierra natal. La lectura del Evangelio le llevó, poco a poco, al catolicismo, religión en la que fue bautizada al superar las dificultades que encontró, como la actitud de algunos cristianos el día de Viernes Santo hacia los judíos, que ya no se da. El libro es positivo porque nunca rezuma odio sino fragilidad y agradecimiento por detalles que para otras personas serían nimios. Ha cumplido el encargo de quien le dio cuatro mendrugos de pan.

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