Valero, V.: El tiempo de los lirios.

 Valero, V.: El tiempo de los lirios. Ed. Periférica, 2024   NARRATIVA

  El autor hace un viaje de dos semanas a Italia; comienza su relato en la región de Umbría, pues es un objetivo esencial del viaje: visitar lugares que guardan relación con San Francisco de Asís. Desde la basílica donde está enterrado hasta la Porciúncula, donde hubiera querido pasar parte de su vida. El autor, dotado de una cultura amplia, hace amable el relato aunque el lector no recuerde luego los nombres –personas diversas, lugares, etc.- que menciona al hilo de visitar algún lugar o de forma expresa ante alguna pintura o un edificio. La figura de san Francisco de Asís ha llamado la atención a personas variadas; su vida tiene cierto aire peculiar, cómo cuando renuncia a todos los bienes, incluso a la ropa que como hijo de comerciante llevaba. Nacido en 1181 o 1182 en Asís, murió cerca de esa población en octubre de 1226. En su juventud participó en guerras locales, que le costaron casi un año de prisión. Cuando percibe la llamada de Dios, contesta con prontitud, aunque no entienda todo lo que Dios en un primer momento. A pesar de ser desheredado, unos jóvenes le siguen. El autor del libro espiga detalles de su vida al hilo de lugares visitados u otros motivos. El futuro santo no pretendió fundar nada, pero generó un flujo de seguidores que era preciso encauzar de alguna forma. El Papa Inocencio III aprobó esa nueva orden religiosa con una nueva regla. Francisco de Asis no tenía dotes organizativas y tuvo muchos seguidores; eso llevó a que hubiera diversas formas de seguir sus enseñanzas; sobre todo los que se consideraban más observantes de quienes, conventuales, seguían de otra manera el surco hecho por Francisco. Estamos en un siglo complejo. Los cátaros están en auge y algunos consideran que tienen puntos en común con los franciscanos. La diferencia, no pequeña, es que unos están dentro de la Iglesia y los cátaros no. Valero todo esto lo adereza con comentarios amenos, que facilitan al lector conocer bien la zona, así como algunas personas que pasaron por Asís. En algún caso sin interés por saber nada del santo: Lord Byron o Goethe, entre otros. De los que manifestaron interés destacan el artista Lo Spagna o Simone Weil, entre otros. Valero encuentra un resto histórico o un lugar en uso que comenta; por quienes lo habitaron, pintaron, construyeron, visitaron, etc. Hace amena la lectura al dosificar su acervo cultural; aunque desconocer la región hace más difícil retener lo que comenta. La figura de san Francisco encajará o no con nuestros esquemas, pero no es lo esencial. Es el lector quien debiera ampliar su campo de visión, para aceptar carismas que Dios da lo largo del tiempo, lo que no significa imitarlos en todos sus rasgos. El viaje termina en Roma. Los lirios florecen en primavera, época del viaje e imagen de la renovación que en la Iglesia que supuso la espiritualidad franciscana.

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