Dovlatov, Serguei: Los nuestros.

Esta editorial ha recuperado las obras del escritor ruso Serguéi Dovlátov (1941-1990). Este escritor murió en Estados Unidos después abandonar la URSS, donde en la etapa comunista no pudo publicar sus obras. Recientemente sus libros son valorados en su país de origen y en occidente. En ellos muestra la realidad comunista de forma patética; provocaría risa si no fuera porque detrás de esas anécdotas hay personas que sufrieron esa forma de vida. El autor lo hace con un sentido del humor que no puede ser alegre, pues percibió con claridad el contexto. Sus libros parecen desenfadados, pero la realidad que está detrás la sobrellevaba Dovlátov con abuso de alcohol, como otros artistas de su generación. En esta ocasión escribe sobre familiares próximos o lejanos, a veces cambia algún dato para preservar la identidad. Busca el rasgo extravagante, como el alumno más brillante que al final de curso realiza una acción impensable en él y que le ocasiona problemas, aunque no supongan condenas severas. Hay un momento en el que coincide, él como guardián y un amigo como prisionero, en un campo para presos; no se sabe quién de los dos vive peor. Busca anécdotas que tiene su parte divertida pero que transmite al lector una idea seria. Lo hace con un estilo escueto, sencillo, que apenas da continuidad a los relatos, como si la vida en la URSS fuera una continua burla a la inteligencia humana. Algunos episodios narrados tendrán más base real que otros. En el fondo, lo importante no es ese episodio sino una vida en la que la libertad está en juego de continuo. Él, como otros, terminó alcoholizado. La noción de familia es tan tenue que parece que los lazos familiares son tan frágiles que no resisten la adversidad. Es otra forma de relatar la vida en la época soviética, que coincide en sus rasgos generales con lo relatado por otros autores que lo hacen con un enfoque más intelectual; en el fondo reflejan la misma arbitrariedad. Sus cuentos se difundieron en la URSS de forma clandestina y en el extranjero entre las revistas de emigrados. En Nueva York fue redactor jefe del periódico ruso The New American. Allí publicó sus cuentos y novelas, pero no llegaron a Rusia hasta después de su fallecimiento. 


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