Navarro, Julia: Dispara, yo ya estoy muerto.

Novela histórica sobre el conflicto de palestinos y judíos. La representante de una ONG realiza un informe sobre asentamientos julios en territorio palestino; para terminar el informe, entra en contacto con un anciano judío, Ezequiel Zucker, para escuchar su versión, aunque parece que ya tiene un criterio claro. Ezequiel se muestra locuaz. Comienza con la historia de su familia, desde la Rusia de los zares, a finales del siglo XIX, hasta la actualidad. Ella aporta el testimonio de familias palestinas que ha entrevistado. La acción se sitúa en las personas que convergen, a comienzos del siglo XX, en el territorio del actual de Israel. Por un lado, llegan judíos con ideas socialistas; compran tierras a los árabes, que en muchos casos viven lejos de allí: son turcos o grandes terratenientes de países limítrofes. La relación personal entre árabes y judíos es buena, si bien el recelo palestino ante la creciente llegada de judíos se va abriendo paso. En casos de enamoramiento entre personas de las dos culturas, prevalece la tradición sobre los sentimientos personales. La historia de Samuel y de Ahemd sirve de hilo conductor de la historia. Por medio está el holocausto nazi, la división de árabes y judíos al luchar durante las Guerras mundiales, la ambigua postura de Gran Bretaña al dirigir el protectorado establecido en ese territorio. Cada vez las posturas se enconan más; hay algún momento puntual en el que predominan los sentimientos de amistad fruto de la relación personal, si bien antes o después se separan. Cuando hay muertos en una familia, los factores emocionales son poderosos y el peso cultural de dos pueblos, en los que la cultura del perdón tiene poco arraigo, hace difícil un arreglo. La novela llega hasta finales de los años 40, con la declaración de la ONU y la lucha abierta entre judíos y palestinos. La novela aborda muchos frentes; la autora, sin manifestar un rechazo explícito a la religión se muestra dura ante situaciones, reales o ficticias, que salen a relucir. Parece como si el sincretismo religioso fuera la solución a esos problemas, olvidando que el respeto a la libertad debiera ser compatible con las creencias religiosas; aunque no siempre se haya vivido así. Destaca su sensibilidad ante el sufrimiento femenino. Se trasluce la defensa de la paz y la convivencia entre esos pueblos. El final es inesperado.

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