Francisco de Sales, san: Introducción a la vida devota.

San Francisco de Sales (1567-1622) fue en vida obispo de Ginebra y, después de su muerte, fue proclamado Doctor de la Iglesia, pero sobre todo santo. Su deseo era presentar la santidad como una meta al alcance de todos. Escribió varios libros, pero quizá este uno de los que más eco ha tenido. El libro recoge unos escritos que, a manera de pequeños tratados espirituales, el autor dirige a diversas personas; usa el mismo recurso literario que san Pablo al poner nombres ficticios o reales, según los casos a los destinatarios de sus cartas. El libro se publicó a comienzos del siglo XVII y se han repetido ediciones durante más de cuatrocientos años. Pronto fue traducido a los principales idiomas europeos. Su vida, en Ginebra, coincide con Protestantismo y su difusión en las diversas variantes. Durante mucho tiempo este libro fue uno de los más asequibles, a los cristianos laicos que aspiraban a llevar una vida devota. Si bien no formuló la llamada universal a la santidad como lo hizo el concilio Vaticano II, durante siglos fue el autor que mejor se hizo cargo de las circunstancias en las que un laico podía hacerse santo. Tal y como presenta el citado Concilio la vocación de los laicos, san Francisco no captó el papel que estos debieran tener en un mundo al que debe amar, en cuanto creado por Dios. Esta obra, que he vuelto a releer, supone una ayuda en ese camino hacia la santidad. En cada pasaje aporta luces que ayuda a entender lo que Dios espera de un cristiano en medio del mundo. El libro consta de cinco partes, en las que pasa revista a diversas facetas en las que vive un cristiano, y cómo puede responder en esas situaciones. Su papel es muy superior al de un vademécum, pues refleja es una espiritualidad que cada uno aplica a su vida. Cuatrocientos años después de ser publicado sigue interpelando al lector.

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