Doig, Ivan: Una temporada para silbar.

A comienzos del siglo XX, en el estado de Montana, EE. UU, cerca de las montañas Rocosas,
hay una pequeña población llamada Marías Coulee. A su escuela rural llegan chicos de las
granjas del entorno. Es una escuela unitaria, en la que conviven en la misma aula, chicos y
chicas de edades variadas; muchos llegan a caballo. Uno de los rancheros, Oliver Milliron, un
viudo con tres hijos varones, es el presidente de la junta local que rige la escuela. Leyendo la
prensa encuentra el ofrecimiento, como ama de llaves, de una señora viuda que “no cocina,
pero tampoco muerde”. Tras sopesar los pros y los contra, decide contratarla y un día, llegan a
la población Rose y su hermano Morris. Tras el desconcierto inicial por la llegada del hermano,
descubren que su llegada sirve para cubrir la vacante que ha dejado la maestra al irse del
pueblo de improviso. La familia Milliron nota los efectos la llegada de ambos hermanos en
casa y en la escuela. Hay dos momentos de especial tensión, el paso de un cometa que aparece
cada setenta y cinco años y la llegada de un inspector escolar, ambos concurren en el tiempo.
El penúltimo capítulo aporta novedades argumentales que mantienen vivo el interés hasta el
final. De fondo, está la llegada al pueblo, con una misión penosa, el mayor de los tres
hermanos Milliron; quizá en el último momento se le ocurra una alternativa al encargo que
lleva. La acción está bien medida y refleja muy bien los dos objetivos del libro: mostrar una
población rural de comienzos del siglo XX y el papel que el maestro rural juega para bien o
para mal en sus alumnos.

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