McVeigh, Laura: La casa del almendro.



La autora relata una historia para la que se ha documentado bien. Sitúa la acción en Afganistán. Comienza cuando las tropas rusas están abandonando el país y comienzan los movimientos para hacerse con el vacío de poder. Los talibanes parecen los que más factibilidades van a encontrar. En el relato no siempre es fácil saber qué es real o imaginado por alguno de los protagonistas. Una familia afgana procedente de Kabul ha decidido hacer del Expreso Transiberiano su hogar, hasta encontrar donde instalarse. Los padres, afines al comunismo en otra época y sus seis hijos huyen desde los talibanes mandan en Afganistán. Samar, una chica de quince años, ocupa el cuarto lugar entre los hijos. Buena lectora, aprovecha el viaje para leer Anna Karenina de Tolstoi. Napoleón, nombre con el que es conocido el revisor del tren, la anima a escribir y contar su vida y la de su familia, desde que abandonaron su hogar con destino a las montañas, al pueblo en el que viven los abuelos paternos. Allí pasan años esperando irse a un lugar mejor. Samar narra una historia llena de incógnitas que la autora usa para mantener la intriga. Sin muchas escenas violentas, la autora, a través de la visión de una niña, muestra un país destrozado. Samar se aferra a la familia, a la esperanza. Hay cosas que no entiende, las resuelva o quede la duda sobre ellas, su opción es amar. La familia es la fuerza que le permite sobrevivir. En algún momento la trama causa desconcierto, pero la autora guarda un buen final. Es delicada en algunos pasajes, sobre los que pasa sin detallar, pero que revelan el sufrimiento que lleva ese tipo de vida.

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