Montiel, Jesús: Lo que no se ve.



El autor rememora su infancia, repasando recuerdos que le dejaron sensaciones, impresiones; como doblar unas sábanas en una casa de pueblo o mirar la nieve desde la ventana. Ese pueblo tiene sentido para él, porque ahí viven sus abuelos; ahora nonagenarios, su vida tiene el mismo sentido que entonces; poner amor en los detalles cotidianos que trenzan sus vidas: ir a la huerta, o dejar de ir porque han cercado el lugar donde está. Pero la infancia no es un refugio del que no se sale. Menciona las consecuencias de la pandemia, como el confinamiento familiar; evoca los dos años que pasó junto a la cama de su hijo enfermo y con la vida pendiente de un hilo. Ahora, con ese y otros que han venido después, acompañan a una señora que lleva comida a los gatos. Lo diario, lo cotidiano, puede verse con tedio o con ojos de poeta o sentido cristiano; o de ambas cosas, pues se complementan. Son sucesos personales breves, con años de antigüedad en la memoria; es difícil todo lo que se guarda. Lo que sí es posible es descubrir la belleza de un relato pequeño, de detalles de cariño, con evocaciones de niño o con mirada de niño.

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